El escepticismo colectivo
paraliza a las ciudades
paraliza a las ciudades
Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com
El auditorio lo escuchaba atónito mientras narraba lo que era Bogotá (Colombia) hace 13 años: caos, desorden, basura, abandono, pero sobretodo, cargada de un escepticismo generalizado.
Paul Bromberg Zilberstein es ex alcalde de Bogotá y brazo derecho de su antecesor, Antanas Mockus (1993-1993), quien transformó y modernizó la ciudad, lo cual consiguió gracias al proceso cultural que emprendió la comuna.
Precisó que el peor mal de un pueblo es el escepticismo colectivo que padecen todas las ciudades latinoamericanas. “Esto es una enfermedad, una patología que hunde a las sociedades. “Es el ¿Para qué?, Ya no vale la pena, no lo hagamos, encerrémonos en nuestra propia casa; los demás solo entienden por las malas, nunca van a cambiar”.
A consecuencia de esta anomia las municipalidades carecen de dinero porque la gente no paga sus arbitrios, y no ésta lo hace porque no se ejecutan obras. Este es un círculo vicioso difícil de romper, pero en Bogotá, lo hicieron y esa experiencia la compartió Bromberg Zilberstein con los asistentes al auditorio César Vallejo, de la Feria Internacional del Libro de Trujillo (al norte del Perú), que termina el 1 de febrero de 2009.
“No es obligatorio que la gente actúe con espíritu cívico, y los que lo hacen son pocos; y si no existe dinero en una ciudad se hace muy poco”, precisó.
Explicó que el escepticismo se refleja cuando alguien no quiere pagar sus arbitrios porque piensa que las autoridades roban y sus vecinos no cancelan, “entonces, ¿por qué lo voy a hacer yo?”.
Frente a ello, destacó que como parte de este proceso cultural que se emprendió en Bogota se consiguió disminuir los niveles de consumo de agua potable, alcanzando un ahorro de hasta el 12 por ciento, cifra récord a nivel mundial. Esta restricción evitó que se ejecuten millonarias inversiones en la ampliación del servicio que estaban previstas.
Bromberg Zilberstein reveló que eso mismo funcionó en las recaudaciones, de tal manera que entre 1996 y el 2006 los ingresos municipales se multiplicaron en 10 veces, lo cual se tradujo en parques, veredas, pistas y obras de gran envergadura, gracias al mayor aporte de los ciudadanos y a la venta de parte de las acciones de las empresas públicas.
Gracias a esos mayores ingresos, el municipio levantó grandes obras de arquitectura y se revaloró el espacio urbano, lo cual le imprimió a la ciudad un atractivo especial ante los ojos de los visitantes (parques, bibliotecas, corredores viales, etc.). En este contexto se ordenó el tránsito, al sustituir los viejos buses de transporte urbano de pasajeros por el trolebús, descongestionando totalmente las calles y descontaminando la urbe.
“Bogotá logró su transformación, no porque se encontró un pozo de petróleo dentro de la ciudad, sino porque la gente empezó a pagar sus impuestos”, aseveró.
• CULTURA CIUDADANA
Estos cambios en la actitud de las personas estuvieron sustentados en los planes de cultura ciudadana que se implementó y que consistió en motivar que las gentes hagan bien las cosas porque se sienten bien, pero también porque otras personas las están viendo; es decir, en base a la sanción moral.
“Si la autoridad actúa adecuadamente, los vecinos piensan que los otros cumplen las reglan y por lo tanto, empiezan a imitar ese gesto. Cuando hay una sensación generalizada de incumplimiento de leyes todos las burlan, porque solo los bobos las cumplen”, aseveró el experto.
“Lo que una comunidad necesita primero es sentirse sociedad, que hay una razón para ser solidario, es decir sentirse sólido. El mérito de Antanas Mokus es que empezó a construir una diversidad cultural a partir del reconocimiento del acatamiento de normas comunes de convivencia generales”, enfatizó Bromberg Zilberstein.
Gracias a ese esfuerzo, “la peor ciudad del mundo ahora es la mejor”. El programa que se puso en marcha tenía 40 metas, una de las cuales era lograr una cultura ciudadana a la que se le destinó 25 millones de dólares. Una de las acciones consistió en enviar cartas a cada poblador, dándole a conocer los pormenores del proyecto. “Nos quedó claro que la sociedad quiere normas, y no busca una anomia completa”.
Los eventos musicales en los espacios públicos cambiaron el concepto que tenían los jóvenes respecto de los parques, lo cual implicó captar a un grupo de rockeros a los que se les llamó fuerza de paz, ya que ellos mismos controlaban la seguridad de los eventos.
Otros temas de cultura ciudadana que se abordaron fueron las normas de tránsito y transporte, espacios públicos, imagen de ciudad, servicios públicos, capacitación de funcionarios y convivencia. “La imagen que el ciudadano tiene del Estado es lo que refleja en los trabajadores, ya que no es un ente abstracto sino que está reflejado en las personas que lo representan”, enfatizó.
En el caso del transporte se incidió en el respeto a los niños, situación en el que todos estuvieron de acuerdo, esto pasó por la señalización de tránsito, parqueos, paraderos en los corredores viales y otros.
“Mejorando el transporte y la limpieza pública la imagen de un pueblo cambia significativamente. Una ciudad desaseada no da imagen de ciudad compartida, pues es la forma más clara de despreciar a los demás. No importa la condición social ni económica”, destacó.
Asimismo, se capacitó a la Policía para que deje de sancionar a los infractores de las normas y se avoque a prevenir las accidentes de tránsito que causaban numerosas muertes a causa del consumo de alcohol por parte de los conductores o peatones. Ello demandó una campaña de sensibilización con el ánimo de lograr que los conductores no beban en las reuniones.
Un año después que esa gestión dejó el gobierno local la gente opinaba que el mayor cambio experimentado era en el aspecto cultural, y eso se reflejaba en el respeto a las normas.
Cuando el municipio es responsable de muchas cosas y la población solo le pide que tape huecos, implica que la ciudad abandonó su gobierno o su sistema colectivo, no piensa en la vivienda, en la educación, en la salud, ni en el futuro económico. “Eso es una muestra que anda mal”.
De la misma manera, Bromberg Zilberstein expresó que el esquema de las reglas mínimas de convivencia es mayor de lo que supone el escepticismo colectivo, pues la mayoría está de acuerdo con los comportamientos adecuados.
Calificó al Concurso Nacional de Marinera y a la Feria Internacional del Libro de Trujillo como hitos urbanos que no se deben abandonarse, y más bien impulsarlos porque dan identidad a Trujillo.
PERFIL DEL EXPOSITOR
Paul Bromberg Zilberstein es un físico y político colombiano. Estudió Física en la Universidad Nacional de Colombia y en la Universidad de la Columbia Británica de Canadá. Se ha desempeñado durante muchos años como profesor del Departamento de Física de la Universidad Nacional de Colombia, de la cual llegó a ser Vicerrector durante la rectoría de Antanas Mockus (1990-1993).
En 1995, tras su elección como Alcalde de Bogotá, Mockus lo designó Director del Instituto de Cultura y Turismo de la ciudad. Cuando Mockus anunció su renuncia en abril de 1997 para postular a la Presidencia de la República, debió enviar una terna al Presidente Ernesto Samper para que escogiera a su sucesor y entre ellos incluyó a Bromberg, quien fue designado alcalde de Bogotá para terminar el periodo de Mockus, que iba hasta el 31 de diciembre de ese mismo año. Tras dejar la alcaldía, Paul Bromberg regresó a Universidad Nacional de Colombia, nuevamente como profesor de física y ahora también de gobierno urbano.
sasagui35@gmail.com
El auditorio lo escuchaba atónito mientras narraba lo que era Bogotá (Colombia) hace 13 años: caos, desorden, basura, abandono, pero sobretodo, cargada de un escepticismo generalizado.
Paul Bromberg Zilberstein es ex alcalde de Bogotá y brazo derecho de su antecesor, Antanas Mockus (1993-1993), quien transformó y modernizó la ciudad, lo cual consiguió gracias al proceso cultural que emprendió la comuna.
Precisó que el peor mal de un pueblo es el escepticismo colectivo que padecen todas las ciudades latinoamericanas. “Esto es una enfermedad, una patología que hunde a las sociedades. “Es el ¿Para qué?, Ya no vale la pena, no lo hagamos, encerrémonos en nuestra propia casa; los demás solo entienden por las malas, nunca van a cambiar”.
A consecuencia de esta anomia las municipalidades carecen de dinero porque la gente no paga sus arbitrios, y no ésta lo hace porque no se ejecutan obras. Este es un círculo vicioso difícil de romper, pero en Bogotá, lo hicieron y esa experiencia la compartió Bromberg Zilberstein con los asistentes al auditorio César Vallejo, de la Feria Internacional del Libro de Trujillo (al norte del Perú), que termina el 1 de febrero de 2009.
“No es obligatorio que la gente actúe con espíritu cívico, y los que lo hacen son pocos; y si no existe dinero en una ciudad se hace muy poco”, precisó.
Explicó que el escepticismo se refleja cuando alguien no quiere pagar sus arbitrios porque piensa que las autoridades roban y sus vecinos no cancelan, “entonces, ¿por qué lo voy a hacer yo?”.
Frente a ello, destacó que como parte de este proceso cultural que se emprendió en Bogota se consiguió disminuir los niveles de consumo de agua potable, alcanzando un ahorro de hasta el 12 por ciento, cifra récord a nivel mundial. Esta restricción evitó que se ejecuten millonarias inversiones en la ampliación del servicio que estaban previstas.
Bromberg Zilberstein reveló que eso mismo funcionó en las recaudaciones, de tal manera que entre 1996 y el 2006 los ingresos municipales se multiplicaron en 10 veces, lo cual se tradujo en parques, veredas, pistas y obras de gran envergadura, gracias al mayor aporte de los ciudadanos y a la venta de parte de las acciones de las empresas públicas.
Gracias a esos mayores ingresos, el municipio levantó grandes obras de arquitectura y se revaloró el espacio urbano, lo cual le imprimió a la ciudad un atractivo especial ante los ojos de los visitantes (parques, bibliotecas, corredores viales, etc.). En este contexto se ordenó el tránsito, al sustituir los viejos buses de transporte urbano de pasajeros por el trolebús, descongestionando totalmente las calles y descontaminando la urbe.
“Bogotá logró su transformación, no porque se encontró un pozo de petróleo dentro de la ciudad, sino porque la gente empezó a pagar sus impuestos”, aseveró.
• CULTURA CIUDADANA
Estos cambios en la actitud de las personas estuvieron sustentados en los planes de cultura ciudadana que se implementó y que consistió en motivar que las gentes hagan bien las cosas porque se sienten bien, pero también porque otras personas las están viendo; es decir, en base a la sanción moral.
“Si la autoridad actúa adecuadamente, los vecinos piensan que los otros cumplen las reglan y por lo tanto, empiezan a imitar ese gesto. Cuando hay una sensación generalizada de incumplimiento de leyes todos las burlan, porque solo los bobos las cumplen”, aseveró el experto.
“Lo que una comunidad necesita primero es sentirse sociedad, que hay una razón para ser solidario, es decir sentirse sólido. El mérito de Antanas Mokus es que empezó a construir una diversidad cultural a partir del reconocimiento del acatamiento de normas comunes de convivencia generales”, enfatizó Bromberg Zilberstein.
Gracias a ese esfuerzo, “la peor ciudad del mundo ahora es la mejor”. El programa que se puso en marcha tenía 40 metas, una de las cuales era lograr una cultura ciudadana a la que se le destinó 25 millones de dólares. Una de las acciones consistió en enviar cartas a cada poblador, dándole a conocer los pormenores del proyecto. “Nos quedó claro que la sociedad quiere normas, y no busca una anomia completa”.
Los eventos musicales en los espacios públicos cambiaron el concepto que tenían los jóvenes respecto de los parques, lo cual implicó captar a un grupo de rockeros a los que se les llamó fuerza de paz, ya que ellos mismos controlaban la seguridad de los eventos.
Otros temas de cultura ciudadana que se abordaron fueron las normas de tránsito y transporte, espacios públicos, imagen de ciudad, servicios públicos, capacitación de funcionarios y convivencia. “La imagen que el ciudadano tiene del Estado es lo que refleja en los trabajadores, ya que no es un ente abstracto sino que está reflejado en las personas que lo representan”, enfatizó.
En el caso del transporte se incidió en el respeto a los niños, situación en el que todos estuvieron de acuerdo, esto pasó por la señalización de tránsito, parqueos, paraderos en los corredores viales y otros.
“Mejorando el transporte y la limpieza pública la imagen de un pueblo cambia significativamente. Una ciudad desaseada no da imagen de ciudad compartida, pues es la forma más clara de despreciar a los demás. No importa la condición social ni económica”, destacó.
Asimismo, se capacitó a la Policía para que deje de sancionar a los infractores de las normas y se avoque a prevenir las accidentes de tránsito que causaban numerosas muertes a causa del consumo de alcohol por parte de los conductores o peatones. Ello demandó una campaña de sensibilización con el ánimo de lograr que los conductores no beban en las reuniones.
Un año después que esa gestión dejó el gobierno local la gente opinaba que el mayor cambio experimentado era en el aspecto cultural, y eso se reflejaba en el respeto a las normas.
Cuando el municipio es responsable de muchas cosas y la población solo le pide que tape huecos, implica que la ciudad abandonó su gobierno o su sistema colectivo, no piensa en la vivienda, en la educación, en la salud, ni en el futuro económico. “Eso es una muestra que anda mal”.
De la misma manera, Bromberg Zilberstein expresó que el esquema de las reglas mínimas de convivencia es mayor de lo que supone el escepticismo colectivo, pues la mayoría está de acuerdo con los comportamientos adecuados.
Calificó al Concurso Nacional de Marinera y a la Feria Internacional del Libro de Trujillo como hitos urbanos que no se deben abandonarse, y más bien impulsarlos porque dan identidad a Trujillo.
PERFIL DEL EXPOSITOR
Paul Bromberg Zilberstein es un físico y político colombiano. Estudió Física en la Universidad Nacional de Colombia y en la Universidad de la Columbia Británica de Canadá. Se ha desempeñado durante muchos años como profesor del Departamento de Física de la Universidad Nacional de Colombia, de la cual llegó a ser Vicerrector durante la rectoría de Antanas Mockus (1990-1993).
En 1995, tras su elección como Alcalde de Bogotá, Mockus lo designó Director del Instituto de Cultura y Turismo de la ciudad. Cuando Mockus anunció su renuncia en abril de 1997 para postular a la Presidencia de la República, debió enviar una terna al Presidente Ernesto Samper para que escogiera a su sucesor y entre ellos incluyó a Bromberg, quien fue designado alcalde de Bogotá para terminar el periodo de Mockus, que iba hasta el 31 de diciembre de ese mismo año. Tras dejar la alcaldía, Paul Bromberg regresó a Universidad Nacional de Colombia, nuevamente como profesor de física y ahora también de gobierno urbano.